Las úlceras por presión son lesiones isquémicas, es
decir, por falta de riego sanguíneo, que provocan la muerte de tejidos y
posterior necrosis, comenzando en la piel. En general se producen en sitios
donde existen prominencias de los huesos, que al comprimir la zona de apoyo
entre éste y el resto de cuerpo situado superficialmente provocan la
disminución o la suspensión del flujo de sangre, con el consiguiente daño a los
tejidos. Dichos sitios pueden ser sometidos a presión intensa durante un
período corto o a presión menos intensa, durante un tiempo más prolongado,
siendo ambas alternativas potencialmente dañinas para la piel.
La frecuencia con la que se presenta esta enfermedad
varía de acuerdo a la edad del paciente, siendo más alta mientras mayor es el
enfermo. También depende del tipo de institución en que este se encuentra,
produciéndose cerca de dos tercios de ellas en los hospitales de agudos, y del
resto una parte en las residencias y una menor proporción en sus propios
hogares.
De todas ellas, más o menos un 2% son muy severas y
pueden comprometer la vida del enfermo. Si bien no es una enfermedad exclusiva
del anciano (también ocurre en enfermedades como lesiones medulares), las
personas mayores tienen en promedio de 8 veces más probabilidades de padecerla.